Estimado editor:
La educación alimentaria y nutricional constituye la piedra angular para cultivar hábitos alimentarios saludables en niños, niñas y adolescentes a lo largo de toda su vida. A pesar de su inicio en el ámbito familiar, es esencial modificar comportamientos, como reducir el consumo excesivo de jugos azucarados, bebidas de fantasía azucaradas, frituras y alimentos ultraprocesados con escaso valor nutricional. Al mismo tiempo, es necesario fomentar un mayor de frutas, verduras y alimentos de alta calidad nutricional en el entorno escolar. Para que estos hábitos perduren tanto dentro como fuera del establecimiento educacional, de esta manera, se integran de manera natural a la estructura diaria de su alimentación1.
La corrección de hábitos alimentarios inadecuados en la etapa escolar adquiere una relevancia crucial, especialmente considerando que el 53% de los estudiantes presenta malnutrición por exceso según el mapa de la JUNAEB 20222. Una alimentación escolar apropiada garantiza que reciban los nutrientes necesarios para su desarrollo, contribuyendo a la prevención de problemas de salud y mejorando su bienestar emocional, concentración, memoria y capacidad de aprendizaje3,4. Hasta la fecha los programas han fallado en la correcta planificación de la educación alimentaria, confundiendo la educación con difusión y estrategias de marketing. Existe consenso entre investigadores y personal sanitario y educativo en que las escuelas son un entorno favorable para actuaciones de prevención y/o control de la obesidad infantil4.
El profesional Nutricionista se ha convertido en un actor relevante y fundamental en la promoción de entornos escolares saludables y en la prevención y tratamiento de enfermedades que afectan a los estudiantes5. Estudios recientes muestran el aumento de la incidencia de trastornos de conducta alimentaria (TCA) en estudiantes, evidenciando que el riesgo a desarrollar TCA es mayor en estudiantes de sexo femenino con malnutrición por exceso, por lo que es necesario implementar estrategias de prevención de estilos de alimentación saludable e imagen corporal positiva en los diferentes tipos de establecimientos educacionales6,7. Sumado a lo anterior, es importante abordar las bases del Programa de Alimentación Escolar (PAE), que beneficia a los estudiantes pertenecientes al 60% de las familias más vulnerables o con mayor desventaja socioeconómica, según el Registro Social de Hogares8, nuestra labor no se limita solo a la prevención de enfermedades transmitidas por los alimentos, asegurando la calidad e inocuidad de la alimentación, sino también, la incorporación de nutricionistas en los establecimiento escolares se correlaciona positivamente con la mejora de la calidad de los alimentos servidos en los comedores escolares y con una mayor participación en programas de alimentación escolar4. Si bien la Ley 20.606 se centra en establecer normativas para mejorar la calidad de la alimentación escolar, promoviendo alimentos más nutritivos y limitando la presencia de productos altos en calorías, sodio y grasas saturadas, no existe una fiscalización, asesoría o capacitación continua para los y las dueñas de quioscos escolares, ni tampoco la entrega de herramientas para la comunidad escolar para conseguir hábitos saludables8,9.
Figura 1. Modelo ecológico asociado a estilos de vida saludable. Adaptado Salmon J et al10
En el contexto planteado, cabe la siguiente interrogante: ¿en qué consiste el trabajo del nutricionista en las escuelas? El nutricionista debe integrarse a la comunidad escolar como un actor relevante, colaborando estrechamente con los educadores para proporcionar herramientas adecuadas y crear un entorno integral que promueva una educación en salud debidamente orientada y beneficiosa para la población infantil y adolescente de Chile. A través de la promoción de entornos saludables y la creación de planes y programas junto a los educadores, se busca desarrollar generaciones con mayor conocimiento y habilidades para la toma de decisiones en salud. La educación alimentaria y nutricional consiste en proporcionar a los estudiantes conocimientos y habilidades relacionadas con la alimentación y la nutrición, creando estrategias que fomenten hábitos saludables, midiendo su impacto desde temprana edad y haciendo partícipe a toda la comunidad educativa. En un mundo donde la alimentación saludable, la actividad física y la sustentabilidad son esenciales (Figura 1)10. Los y las nutricionistas, como parte de la comunidad educativa, brindamos las herramientas necesarias para integrar y promover hábitos de salud adecuados, donde la educación vaya más allá de la transmisión en el aula de información nutricional básica y genérica, promoviendo el aprendizaje práctico y el desarrollo de habilidades para tomar mejores decisiones en salud.
Nutricionistas participes de la carta
Solange Parra-Soto1* , Luciana Morales-Campos2 , Carla Villagrán-Cerro1 , Marcela Vera-Cabalín1 , Viviana Mella-Parra1, María Paula Alarcón-Lavín1 , Pamela Chavarría-Sepúlveda1 , Nelly Bustos Zapata3
Referencias