“La gordofobia o la flacofobia no es lo que necesitamos para atender”: Expertas del Colegio de Nutricionistas se
refieren a la importancia de la perspectiva de género en salud

En una gran cantidad de publicaciones en redes sociales es posible ver cómo distintas personas son fuertemente cuestionadas por su peso o por su imagen corporal. Frente a esto, el gremio aborda la necesidad de aplicar criterios respetuosos e integrales, dejando de lado los estigmas sociales y publicitarios.

La perspectiva de género es aquella mirada que nos permite identificar las diferencias socioculturales que existen entre mujeres y hombres, y tomar medidas que nos lleven disminuir esta brecha. En el área de la salud, en tanto, el género es un determinante clave para el acceso, oportunidades y tratamientos.

Comprenderlo, señalan desde el Colegio de Nutricionistas, no sólo es importante, sino que también condiciona el resultado de las intervenciones. Katherine Vásquez, vicepresidenta nacional del Colnut, indica que actuar con perspectiva de género permite, en simple, “trabajar con las personas como seres individuales, respetando sus creencias, cultura e identidad, independiente de su sexo asignado biológicamente, y las atribuciones sociales que se podrían asignar a ese género en particular”.

Nataly Gutiérrez, tesorera de la entidad, por su parte, asegura que “si no trabajamos con perspectiva de género, las necesidades de ese paciente son anuladas. Entonces, para que las intervenciones en salud logren brindar soluciones efectivas y eficientes deben tener visión de género”.

Las expertas, además, explican que esta mirada es fundamental en la relación del profesional de la nutrición con el paciente, y que eso será clave para motivar cambios de hábito. Más allá del peso, del Índice de Masa Corporal o del porcentaje de grasa, comprender al paciente en su contexto social y familiar, permitirá una buena adaptación a un plan alimentario, y a los cambios de vida que él o ella estén buscando.

“Hay que dejar de lado los paradigmas biológicos y las imposiciones que, socialmente, son aceptables. La gordofobia o la flacofobia no es lo que necesitamos para atender a un paciente. Entonces, tenemos que sacarle estos estigmas sociales y publicitarios, estas creencias de marketing, que podemos ver en la televisión y en los medios digitales. Hay que entender que es mucho más importante tener un cuerpo saludable, que esa persona se sienta cómoda con su cuerpo y con sus hábitos alimenticios”, asegura Gutiérrez.

Por tanto, indica Vásquez, el tratamiento de la obesidad implica “una mirada más integral, comprender aquellos factores sociales, psicológicos, educacionales y roles de género que influyen en las metas terapéuticas y otros. Deja de ser relevante el tratamiento «peso-céntrico», para dar paso a hábitos alimentarios saludables, respetando a los pacientes y logrando algo muy relevante: planes consensuados”.

¿Cómo abordar la obesidad con perspectiva de género?

Nataly Gutiérrez indica que “hay que preguntarle a ese paciente si se quiere pesar, si le hace sentido lo que uno está diciendo. Si no lo hacemos, esa persona no vuelve más a nuestra consulta porque no se siente reflejado ni entendido en las condiciones de su vida. Esto no es sólo dar dietas para bajar o subir de peso, o para lograr una masa corporal. Y la responsabilidad de nosotras y nosotros, como profesionales de la salud, es siempre actualizarnos para atender a los pacientes”.

Agrega que “algunos han luchado mucho tiempo con su peso o con su cuerpo y eso es porque este estigma o este castigo social es muy severo. Por lo tanto, está en nosotros que ese paciente confíe y tenga las herramientas para que se sienta cómodo, saludable y con buena autoestima. No podemos seguir en la lucha por los kilos”.

Brechas en el mercado: otro problema

La perspectiva de género en la nutrición, adicionalmente, implica abordar la diferencia de precios que tienen los productos alimenticios que están enfocados en mujeres o en hombres. Por ejemplo, el yogurt que señala tener propiedades para combatir el tránsito intestinal, sostiene Gutiérrez, “tiene un valor más alto que otro con los mismos componentes y la misma cantidad de fibra. Es decir, es el mismo producto con otro envase y otra publicidad, pero tiene un costo menor. Lo mismo pasa con los cereales, con las galletas o los chocolates”.